lunes, 6 de mayo de 2013

La última batalla de Los Centinelas

   El Capellán Ramsey disfrutaba perversamente de aquel combate pese a lo desesperado de su situación. Estaban completamente copados, apenas quedaban una docena de hermanos junto a él; y si no fueran por la maquina de picar que era el hermano Omar ya habrían caído. Pero la armadura táctica dreadnought le protegía de los mordiscos y zarpazos de sus antiguos compañeros de armas, mientras su martillo subía y bajaba de forma incansablemente mecánica.

   Pero, al borde del colapso nervioso  y sin munición, sus existencias se limitaban a sobrevivir. Sintió un agradable cosquilleo cuando noto un cráneo ceder bajo el Crozius, empapado en sangre y restos de hueso, pelo y epidermis. Al menos moriría matando, el Emperador siempre era bueno con él. Por el rabillo del ojo vio como una de aquellas bestias, que se arrastraba con las piernas destrozadas por fuego de bólter, agarraba al desprevenido hermano Lucius por la cintura y lo hacía caer.

    Tan pronto estuvo en el suelo, se lanzaron sobre él sin orden ni concierto, inmovilizándolo por el mero peso de los cuerpos. Hubiera tenido aún una oportunidad si hubiera llevado el casco puesto, pero en la vorágine de las primera horas, cuando no sabían que estaba pasando, apenas habían podido equiparse adecuadamente. "Cuando no sabían que estaba pasando", como si ahora lo supiera.

   El hermano caído empezó a gritar y agitarse mientras le devoraban cara y cuello, pronto dejaría de resistirse. Si al menos su pistola de plasma aún funcionase... podría dar la paz del Emperador a sus hermanos caídos, pero la arcaica arma se había sobre-calentado y casi le arranca una mano de una fuga de plasma incandescente.

   Apenas estaba a 10 metros de la entrada al puente, último reducto de todo navío y el único lugar donde podían atreverse a soñar con una huida. El grueso del capitulo estaba desplegado en la superficie del planeta sobre el que orbitaba la flotilla del capitulo, pero la ausencia de comunicaciones y de respuesta a la petición de refuerzos de las primeras horas auguraban lo peor. Si pudiera llegar al puente...

   Evitó un abrazo que hubiera sido mortal dando un pequeño salto a la derecha, a continuación su Crozius dibujo un arco en el aire para terminar en un golpe contra la nuca de su rival, un golpe que hubiera matado en el acto a cualquier persona normal, pero que apenas aturdió al poseído Astarte que no hace tanto debía proteger de la maligna influencia de la disformidad.

   Se sonreía ante la prueba de su fracaso, justo antes de derribarla con un barrido y darle la paz que tanto buscaba con un certero golpe del Crozius entre los ojos. Cada golpe que recibían aquellos demonios era recibido con muestras de gran placer y una sonrisa en sus vicioso rostro; al principio le perturbo profundamente ese comportamiento, pero en cuanto la sangre empezó a correr, como siempre le pasaba, el se regodeaba de cada violento matiz y macabro detalle. Casi le daban ganas de unirse a esos gritos de placer, pero su conducta, y más siendo un Capellán, le hubieran puesto en el ojo de huracán .. claro que poco importaba todo ello ahora.

   Durante unos segundo pudo volver a mirar a los portones del puente, seguían saliendo extraños fogonazos de las rendijas, pero no se oía disparo alguno; lo que lo hacía todo más extraño aún si cabe. Rezaba al Emperador por poder abrir la maldita esclusa y poder entender que demonios pasaba en el centro neuralgico de la nave.

   Todos los sistemas de alarma de su servo-armadura se activaron cuando le derribaron, no sabía como ni que, pero había dado contra el suelo de espaldas y en esa situación pronto perecería devorado por sus insaciables muchachos. Todavía estaba tomando conciencia de la situación cuando una de aquellas bestias se le abalanzó. Pese a todo, era un Astarte y como tal se entrenaba a diario, sus géneticamente mejorados reflejos también ayudaron a interponer el Crozius entre su enemigo y él.

    La situación era muy delicada, cualquiera de aquellos seres podría quitarle el casco de un manotazo y entonces nada le salvaría. Ya tenía tres de aquellos asquerosos encima, todo había acabado y finalmente encontraría la muerte violenta que había buscado por media galaxia.

   De súbito escucho detonaciones, el avieso siseo de los lanzallamas y el sordo chasquido del plasma; un sinfonía de vida en sus oídos. Volteo al último de sus atacantes y se situó sobre él, juntando las manos formo una imparable maza y descargo toda la adrenalina y el miedo sobre su deformado rostro. No necesito un segundo golpe.

   Localizo su Crozius en el suelo, lo agarro firmemente y se irguió. Ese bastardo de Woo había salido vivo. Imposible. Tenía tantas preguntas como respuestas para él, pero no tuvo oportunidad.

   - "Hermano Omar, soy el Capitán de la decimotercera Compañía Tzu Woo, por tanto máxima autoridad viva del Capitulo. Al menos que entremos en el puente de una maldita vez y salgamos de aquí nuestro nombre quedará manchado para siempre".

   No necesitaba más explicación. La pesada armadura de exterminador, con sus casi 4 metros de altura, reaccionó sorprendentemente rápido. La carga del martillo hendió las ancianas puertas, y una luz azul deslumbro a todos los presentes.

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